MARCO APPEL
Altos porcentajes de estadunidenses y europeos rechazan la misma vacuna contra la influenza A H1N1 que contrató el gobierno de Felipe Calderón. Simplemente, es "riesgosa y de mala calidad", afirman. Algunos expertos advierten que se desarrolló "prematuramente" y que la investigación al respecto se encuentra "inconclusa". La propia Food and Drugs Administration (FDA) –que la autorizó en Estados Unidos– aceptó que puede "ocasionar efectos adversos inesperados". Inclusive médicos y enfermeras de Nueva York interpusieron una demanda contra dicho organismo por haber aprobado demasiado pronto el fármaco, sin haberse cerciorado de que sea seguro y eficaz
BRUSELAS.- A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la industria farmacéutica aseguran que las vacunas contra la influenza A H1N1 son seguras y eficientes, gran parte de la población en Estados Unidos y Europa –donde se han comenzado a aplicar– no piensa recurrir a ellas porque las considera de mala calidad y teme daños a su salud.
Así lo expresan, de acuerdo con diversos sondeos, el 80% de los franceses, el 71% de los británicos, el 62% de los alemanes y el 41% de los estadunidenses. Más inquietante aún: parte del personal hospitalario de esos países mantiene la misma posición e incluso se ha manifestado contra la vacunación obligatoria.
El pasado 15 de septiembre, la Food and Drugs Administration (FDA) autorizó la producción masiva en Estados Unidos de cuatro vacunas contra la también llamada "gripe porcina". Las firmas beneficiadas fueron la australiana CSL Limited, la estadunidense MedImmune LLT, la suiza Novartis Vaccines and Diagnostics Limited y la francesa Sanofi-Pasteur Inc., a la que el gobierno de Felipe Calderón compró 20 millones de dosis.
Ese mismo día, la FDA sostuvo en un comunicado de prensa que las vacunas de tales empresas habían sido sometidas a "pruebas de calidad" y "vigiladas rigurosamente en su fabricación". Sin embargo, reconoció que su decisión de autorizarlas se había basado en "datos preliminares", e incluso advirtió que "la dosis óptima" para los niños estaba aún en estudio y sería comunicada "en un futuro próximo".
Más aún: La FDA señaló que, "como todos los medicamentos", los destinados a prevenir la influenza A H1N1 "podrían ocasionar efectos adversos inesperados" o "serios", y confirmó la utilización de thiomersal en una porción de los productos.
Existen sospechas de que esa sustancia, que sirve de conservador para una amplia gama de vacunas, incluidas las antigripales, puede provocar daños neurológicos y síndromes de autismo. Padres de niños supuestamente afectados han levantado en el pasado demandas contra autoridades sanitarias e industrias farmacéuticas. Así, por principio de precaución, Estados Unidos y países europeos como Francia habían prohibido su uso en 1999 y 2000, respectivamente.
Este es un extracto del reportaje que se publica en la edición 1722 de la revista Proceso que empezó a circular el domingo 1 de noviembre.
BRUSELAS.- A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la industria farmacéutica aseguran que las vacunas contra la influenza A H1N1 son seguras y eficientes, gran parte de la población en Estados Unidos y Europa –donde se han comenzado a aplicar– no piensa recurrir a ellas porque las considera de mala calidad y teme daños a su salud.
Así lo expresan, de acuerdo con diversos sondeos, el 80% de los franceses, el 71% de los británicos, el 62% de los alemanes y el 41% de los estadunidenses. Más inquietante aún: parte del personal hospitalario de esos países mantiene la misma posición e incluso se ha manifestado contra la vacunación obligatoria.
El pasado 15 de septiembre, la Food and Drugs Administration (FDA) autorizó la producción masiva en Estados Unidos de cuatro vacunas contra la también llamada "gripe porcina". Las firmas beneficiadas fueron la australiana CSL Limited, la estadunidense MedImmune LLT, la suiza Novartis Vaccines and Diagnostics Limited y la francesa Sanofi-Pasteur Inc., a la que el gobierno de Felipe Calderón compró 20 millones de dosis.
Ese mismo día, la FDA sostuvo en un comunicado de prensa que las vacunas de tales empresas habían sido sometidas a "pruebas de calidad" y "vigiladas rigurosamente en su fabricación". Sin embargo, reconoció que su decisión de autorizarlas se había basado en "datos preliminares", e incluso advirtió que "la dosis óptima" para los niños estaba aún en estudio y sería comunicada "en un futuro próximo".
Más aún: La FDA señaló que, "como todos los medicamentos", los destinados a prevenir la influenza A H1N1 "podrían ocasionar efectos adversos inesperados" o "serios", y confirmó la utilización de thiomersal en una porción de los productos.
Existen sospechas de que esa sustancia, que sirve de conservador para una amplia gama de vacunas, incluidas las antigripales, puede provocar daños neurológicos y síndromes de autismo. Padres de niños supuestamente afectados han levantado en el pasado demandas contra autoridades sanitarias e industrias farmacéuticas. Así, por principio de precaución, Estados Unidos y países europeos como Francia habían prohibido su uso en 1999 y 2000, respectivamente.
Este es un extracto del reportaje que se publica en la edición 1722 de la revista Proceso que empezó a circular el domingo 1 de noviembre.
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