viernes, diciembre 18, 2009

Duelo y transición en la Iglesia católica

 La Iglesia Católica, la mayor y más antigua institución humana existente, vive una de las peores crisis de su historia. La pérdida de fieles es cada vez mayor, la falta de vocaciones sacerdotales aumenta, y los desacuerdos y disensiones son enormes en el seno del Vaticano

MADRID.— La Iglesia Católica, la mayor y más antigua institución humana existente, vive una de las peores crisis de su historia. La pérdida de fieles es cada vez mayor, la falta de vocaciones sacerdotales aumenta, y los desacuerdos y disensiones son enormes en el seno del Vaticano. Durante todo el pontificado de Juan Pablo II la crisis venía gestándose, pero ha sido en los primeros cuatro años del papado de Benedicto XVI cuando se ha manifestado con claridad.

El vaticanista José Catalán dice, en entrevista con EL UNIVERSAL, que el papa Wojtyla llenaba las plazas pero vaciaba las iglesias. “Juan Pablo II tenía mucho carisma, era un gran predicador y siempre lograba convocar a las masas en sus viajes”. “Pero no se ocupó de solucionar los problemas internos; los aplazó. Ni se preocupó por los aspectos de organización ni de disciplina. Fue muy poco intervencionista, dejó que la Curia Romana se encargara de determinados aspectos sin supervisarlos. Benedicto XVI ha retomado las riendas lo que ha provocado discrepancias y disputas dentro de la propia Curia”, asegura.

Con la muerte del papa Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005, se pensó que la Iglesia podía dar un giro “más liberal” y acabar con la fuga de fieles.

Pero la rápida elección de Joseph Ratzinger, en la cuarta votación en el segundo día de cónclave, demostró que habría continuidad. Así fue. Desde el principio Benedicto XVI, quien había sido prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante el papado de Juan Pablo II, se mostró inflexible en materia de fe y moral.

Sí llevó a cabo una reforma litúrgica, pero volviendo a la tradición. Regresó al uso del latín, al canto gregoriano, a la misa frente al altar, al decoro y a la sobriedad, algo que ni en la Curia Romana ni en las conferencias episcopales europeas gustó. Volvió al conservadurismo con la defensa de la familia tradicional, el celibato para los sacerdotes, la condena de la eutanasia, del aborto, del uso del preservativo y de las uniones entre homosexuales. Además, Benedicto XVI tomó algunas decisiones e hizo algunas declaraciones que no fueron bien aceptadas no sólo entre los fieles, sino incluso por la propia Curia Romana, donde hoy tiene muchos detractores.

Una de ellas fue que levantó la excomunión a cuatro obispos lefrebvrianos, uno de los cuales negó el holocausto judío. Además, nombró obispo a un ultraconservador que dijo que el huracán Katrina asoló Nueva Orleáns más por la contaminación espiritual que ambiental, provocando el veto de los obispos austriacos y obligando al Papa a dar marcha atrás. A ello se unió una polémica en Brasil, después de que un obispo excomulgara al equipo médico que provocó el aborto a una niña, Eluana Englaro, que había sido violada por su padrastro. También las declaraciones durante un viaje a África donde dijo que no se debe usar el preservativo, provocaron reacciones de repulsa en todo el mundo. Otro factor que influyó decisivamente en la actual crisis de la Iglesia fueron las denuncias de pederastia. Juan Pablo II no hizo nada para combatirlas, lo que provocó que la situación estallara. Consciente de ello, Benedicto XVI puso en marcha protocolos internos, como informar al Vaticano cuando se produjera un caso. Estableció nuevas normas en los seminarios, dio poder a los obispos para suspender sacerdotes por conductas escandalosas e incluso expulsó cardenales.

También el descubrimiento en México de la hija secreta de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, supuso un nuevo varapalo para la Iglesia. Juan Pablo II no creyó e ignoró las denuncias contra Maciel. Él gozaba de su confianza. Además los Legionarios de Cristo era un movimiento que ganaba adeptos cada día, que conseguía vocaciones y que tenía muchos bienes e influencia. Cuando Benedicto XVI se dio cuenta de que las denuncias eran ciertas, reaccionó y al igual que había perseguido a la Teología de la Liberación y a teólogos disidentes, lo persiguió. Así prohibió a Maciel toda intervención pública y ordenar misa, y le obligó a retirarse de la vida pública y a nombrar un sucesor. Y tras la muerte de Maciel un año después, ordenó una inspección general.

La pérdida de la fe
El resultado de esto ha sido que la pérdida de fieles continúe. Sólo en África y en América Latina las cifras se mantienen e incluso en África ascienden. Sin embargo, en el resto del mundo hay un alejamiento de los católicos de la Iglesia que cada vez pierde más su prestigio e influencia. Según el libro “”Después de Ratzinger ¿qué?” escrito por Catalán, al primer aniversario del pontificado de Benedicto XVI acudieron 4 millones de fieles a verle, el segundo algo más de 3, el tercero 2,8, el cuarto 2,2, y el ultimo apenas 500 mil. “El Papa no ha cometido grandes errores. Él ha sido consecuente con lo que se proponía. Su error ha sido calcular mal lo difícil que iba a ser aplicar sus medidas. Él creía que conocí la Curia y no sólo no la conocía sino que cuatro años después no la controla”, dijo Catalán, quien cree que pese a la crisis, “la Iglesia católica no ha tocado fondo”.

Fuente: El Universal


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