miércoles, marzo 21, 2012

¿Quién le borró las víctimas al Papa…?


EN PRIVADOJoaquín López-Dóriga


No hace falta criar cuervos para que
te saquen los ojos
Florestán



Roma. Uno de los signos del pontificado de Benedicto XVI es la pederastia clerical y sus víctimas, sucia herencia de años de impunidad, de malos curas y de una jerarquía eclesiástica complaciente.
Por siglos, esos abusadores con sotanas se aprovecharon de menores, de seminaristas, cubiertos por el oscuro velo de la impunidad, para vejarlos y marcarlos para siempre.
En el pontificado de Juan Pablo II estalló el escándalo de ese hombre del mal Marcial Maciel, quien al crear la orden religiosa mas grande e influyente de siglo XX, los Legionarios de Cristo, creó una fachada blanqueada con él como eje perverso, capaz de llevar una doble y triple vida.
La peor parte de Maciel, con el abuso de los seminaristas y el silencio como cuarto voto, con el de obediencia, castidad y pobreza, es justamente esa triple vida en la que procreó tres hijos con dos mujeres, formando dos familias a partir del engaño y la mentira, negación del ser sacerdotal y del alo de santidad que lo cubría, dándose el título de nuestro padre con todos menos con los que realmente eran sus hijos.
Si algo pudiera faltarle a esta repugnante historia vendría después: los hijos de Maciel lo denunciaron por abuso sexual: ¡el padre abusando sexualmente de sus hijos!
En la confirmación de la conducta de este engendro y su posterior separación de la Iglesia, fue factor Joseph Ratzinger, primero desde la prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antigua Santa Inquisición, quien fue informado y reunió información de la conducta del fundador de la Legión, después, desde la silla de Pedro donde lo exhibió y sancionó, aplicándole una suspensión ad divinis, al menos en cuanto a sus consecuencias, y aceptarlo como uno de los peores males de la Iglesia católica en el siglo XX.
Por todo eso me llama la atención que, en su visita a México, Benedicto XVI no haya hecho un espacio para recibir a esas víctimas, como lo hizo en su visita a Irlanda.
La explicación oficial señala que ese tema no está en la agenda de los obispos mexicanos, pero entendiendo la estructura vertical de la Iglesia, el que no esté en la agenda del Episcopado mexicano no quiere decir que no exista en la de miles de mexicanos, indignados y ofendidos, a los que, al menos en este problema, como en otros muchos, no son representados por sus obispos.
Como si el capítulo de pederastia de Maciel no fuera un caso emblemático que manchó a toda la Iglesia, que aún no se repone, y como si todo no hubiera nacido en un pueblo de Michoacán llamado Cotija.
No sé qué le hubiera quitado a Benedicto XVI unos minutos para oírlos y reconfortarlos, pero sí sé que a él y a las víctimas les hubiera dado mucho.
Nos vemos mañana, pero en privado

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