viernes, enero 22, 2010

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Mis mamás se van a casar

De acuerdo con el organismo Círculo de Familias Diversas, en México hay más de un millón de familias homoparentales sin grandes diferencias

México.- Ella se llama Andrea Alexa Alegre Martínez, tiene 8 años y vive con sus dos mamás.
No —corrige—, “ahora me apellido Rotter, como mi mamá: Andrea Alexa Alegre Rotter, ¡¡sííí!!”. O Andy, como le llaman sus mamás, es hija de una de ellas en su primera relación heterosexual.


Ahora es una familia homoparental que transcurre su vida “como cualquier familia heterosexual…”, dice Norma Alegre, una de las madres.
La otra, Anel Rotter, calla, observa, sonríe y suelta: “Por parte de la familia hemos tenido una buena acogida, con los amigos, en el trabajo, todo bien, jamás hemos sido discriminadas”.

Igual Andy en la primaria, todo bien. Aunque hay preguntas por parte de sus amigos, sin malicia, sin prejuicios.

—¿Tienes dos mamás…?
O la pregunta usual que cierto día le hizo la hija de Claudia:
—¿Tú no tienes papá?
Andy sonríe, se mueve en la silla del comedor que hay en su departamento de la colonia Narvarte.
Es una familia como cualquier otra, sólo que aquí la hija habla de la diversidad sexual y entiende cosas que el común de los niños no platica.

La niña no está siendo educada para que sea homosexual. “Eso es una tontería, no le vamos a decir ‘tú vas a ser gay’”, dice Anel. Ella lo definirá en su desarrollo. Es una familia donde no se ve perversión alguna ni golpes, “enséñale los golpes que te damos…”, le dice Anel en broma.
Norma defiende: “Vivimos en un Estado laico, y como personas tenemos los mismos derechos que cualquier otra”.

Acusa: “Las declaraciones últimas del clero insinúan odio, discriminación y violencia. ¿La Iglesia es la Santa Inquisición o qué pasa?
De espalda a la ventana del departamento, Anel adiciona: “Parece una cacería de brujas. Los argumentos de la Iglesia no tienen sustento; sí, incitan a la violencia…”, remata.
Andrea coincide y mueve la cabeza afirmativamente. La educación de ésta en el Jardín de Niños y en la primaría particular a la que asiste al segundo grado ha sido de respeto. Los padres que llevan a los otros niños se han percatado que Andy tiene dos mamás. Hay buena relación y asisten con ellos a las reuniones de la escuela o cumpleaños de los amigos de la niña. No hay discriminación ni marginación.

Cuando el pasado diciembre la Asamblea Legislativa del Distrito Federal legalizó la adopción de niños por parte de parejas gay, Andy escuchó la noticia y se lo comunicó a un amigo de su edad que se mudó con sus padres a Monterrey.

—¡¡Mis mamás se van a casar… Sí, ya se aprobó la ley!! —le dijo.
Estaba feliz. El entorno social y familiar donde se mueve la niña la forma así. Las familias de la pareja entienden la relación. Los papás de Norma llaman “nuera” a Anel. Andrea convive con naturalidad con sus primos… pero, nota la diferencia de las familias.

Ella misma afirma que en las vacaciones pasadas se fue a casa de sus tíos que viven en Texcoco.
—En esa casa no hay amor… —dijo.

Una de las madres resume: “Es una casa tradicional donde el papá llega tarde del trabajo y no platica, y la niña está acostumbrada a hablar de todo y nos decía por teléfono ‘yo quiero que me abracen’. Sí, es una educación diferente, Aquí se habla de todo”.

En su departamento de la Narvarte, Andy insiste y les pregunta a sus mamás —una, diseñadora de páginas web, y la otra, publicista— “¿Cuándo se van a casar?”, y Norma responde: “Sí, nos vamos a casar, nos vamos a jurar amor eterno”.

—¡Que se casen, sí… Yo voy a dar el anillo! —explota la niña.
Afuera, en la calle oscura, se escucha el motor del Metrobús pasar. Ocho meses atrás, las tres vivían en otra calle de la misma colonia. Con el tiempo, en ese edificio coincidió la vecindad con más parejas gay. “En un piso los seis departamentos que había eran parejas así”, recuerda Anel.

La relación homoparental se torna frecuente. “Aquí adelante hemos visto a dos chavas tomadas de la mano con niños en carreola; nosotras igual, sin ningún problema”, dicen ambas.

—¿Qué se siente tener dos mamás? —se le pregunta a Andy.
—¡Bonito! —Y salta de gusto.

Ella recuerda con una sonrisa en su rostro infantil las preguntas que le han hecho en algún momento en la escuela.
—¿Quién es ella?
—Mi mamá.
—¿Tú también eres mamá de Andrea?
Le han preguntado a alguna de las dos mujeres cuando van por Andy a la escuela.
La de ellas es una familia de tres mujeres. No se ve la perversión que acusa el clero.
Andy juega con sus pulseras, con su avión, con sus muñecas… Es una niña, claro.

Francisco Mejía | Milenio