lunes, noviembre 15, 2010

Lampo, el perro que viajaba en tren


En la estación de Campiglia Marittima situada en la región de Toscana en Italia, hay un pequeño monumento que representa un perro, pata derecha extendida junto a una tapa de una ordenanza del ferrocarril, y que esta dedicada a Lampo el perro viajero. 

Elvio Barlettani, su amigo humano, escribió en 1962 un libro que fue reeditado en 2002 sobre la vida del viajero de cuatro patas. Este libro es un afectuoso tributo a un perro excepcional, y una historia real que se lee, casi, como un cuento. 


La historia comienza un caluroso día de agosto de 1953 cuando, sin saber de donde había venido, llegó en un tren de mercancías a la estación ferroviaria de Campiglia. Elvio, que trabajaba en el despacho de billetes, observó que de uno de los vagones saltó algo,.. era un perro. 


A primera vista le pareció un chucho de lo más ordinario, pelo blanco, manchas de color castaño y una raza indefinida. Olfateo el aire, se estiró perezosamente, miró a ambos lados para orientarse y se dirigió hasta una fuente cercana donde se puso a beber con avidez. 



Seguidamente se dirigió hacia la oficina de Elvio, comenzó a mover la cola, a ladrar y a restregar su hocico contra sus piernas. Fue el comienzo de su amistad. Desde aquel día de 1953, el perro se convirtió en su sombra, le seguía a todas partes por la estación e incluso le acompañaba al restaurante donde comía todos los días. 

Se hizo amigo de todos los empleados de la estación que demostraban un gran interés por él. Como había llegado misteriosamente e inesperadamente a sus vidas, decidieron llamarlo Lampo, que en italiano significa Destello. 



Lampo pasaba los largos días observando los trenes de mercancías, pero su lugar predilecto era el despacho de billetes. Al final de cada jornada a su vuelta a casa, Elvio le resultaba muy difícil persuadir a Lampo para que no le siguiera, él tomaba el tren de regreso a su casa en Piombino y el perro corría un largo trecho hasta que se convencía de lo inútil de su esfuerzo,.. día tras día ocurría la misma situación un tanto peligrosa para el perro. 

Un día de finales de otoño, en su regreso rutinario a Piombino se dio cuenta de que Lampo estaba echado a sus pies,.. como si viajar fuera la cosa más natural del mundo levantó la cabeza y le miró con expresión satisfecha… Como diablos conseguiste subir?, lo cogió 
por el pescuezo y lo empujó debajo del asiento. 



Afortunadamente el viaje era corto y el revisor no se presentó en ningún momento. Fue un día de presentaciones familiares, su esposa Mina, y su hija Mirna de cuatro años fueron aceptadas por Lampo de un primer momento. A la hora de la cena fue el invitado de honor y el centro de atención de todos, además era evidente que el animal se sentía a gusto con los Barlettani. 


Después de la cena el perro comenzó a mirar con ansiedad hacia la puerta, cuando la encontró abierta, salió velozmente y desapareció... 

Increíblemente volvió a la estación de Campiglia, había tomado el tren solo, para regresar a su hogar. Pero con el tiempo los viajes de Lampo no se limitaron solamente a aquel paseo nocturno de vuelta, todos los trenes significaban para él una invitación de viaje de ida y vuelta. 



No tardó en conocer el horario exacto de los trenes y su destino,.. todas las mañanas cogía el tren de las siete y veinte en la estación y llegaba puntualmente a casa de los Barlettani a las ocho, para acompañar a Mirna al colegio. Luego regresaba a Campiglia para pasar el día y regresar de nuevo por la noche con Elvio de regreso a casa. 


Con el ir y venir aprendió a la perfección todos los trenes que cubrían las líneas entre Campiglia y Piombino. Pero como consecuencia de un cambio técnico de última hora en los andenes de la estación, Lampo montó en un tren equivocado, tan pronto como advirtió su error, bajo en la siguiente parada, San Vincenzo, y subió al primer convoy que iba dirección opuesta, hacia Campiglia. Había aprendido otro importante detalle del servicio ferroviario. 

Con el tiempo fue ganando amigos. Por las tardes, a eso de las tres, se despertaba, movía las orejas, abría la puerta con el hocico y salía. Lampo se dirigía apresuradamente al andén número uno, donde hacia una parada habitual el expreso Turín-Roma. El perro corría ansioso a que su amigo el cocinero del expreso le ofreciera su suculento menú diario. 

Los relatos de sus hazañas se propagaron rápidamente en temas de conversación de toda la red ferroviaria, los viajeros asombrados por su comportamiento tan inteligente, le buscaban le hablaban y le sacaban fotografías. Un animal antes desconocido y abandonado, se estaba convirtiendo en una personalidad. Y demostró ser un perro excepcional y completamente independiente. 



A veces se le notaba muy inquieto, por las noches en lugar de dormir, solía inspeccionar todos los trenes que se detenían en la estación, parecía estudiar a los pasajeros que se asomaban por las ventanas y su destino, allí se quedaba hasta que el tren comenzaba a moverse y se perdía en la distancia. ¿Estaría tramando algo? 



Una noche de pleno invierno se dirigió al anden segundo y decidió subir en el expreso Roma-Génova, el tren que había cogido no pararía hasta Liorna, a unos 70 kilómetros al norte. Luego se detendría en Pisa, La Spezia y Génova. No le iba a resultar fácil dar con el tren de regreso a Campiglia. 



Aquella noche Elvio no estaba de muy buen humor, "es imposible que pueda regresar, son muchos los transbordos que hay que efectuar". "Sin lugar a dudas se perderá". Pero no fue así, y como es de costumbre, a las 8 de la mañana estaba el trasnochador Lampo esperando a Mirna para acompañarla al colegio. "No se como demonios ha logrado volver", "menudo viejo pillo". 


A medida que pasaba el tiempo, los viajes se hicieron cada vez más largos y frecuentes, pero siempre regresaba a Campiglia. Era evidente que estaba dotado de un sexto sentido, había nacido para viajar… 



A veces, los ferroviarios le sujetaban al collar viejos billetes de ferrocarril.. "Lampo el perro ferroviario tiene acceso a todos los trenes". Él lucía orgulloso su billete y ladraba muy furioso cuando alguien intentaba quitárselo. 


Tras ocho años de continuos viajes y transbordos en las líneas nacionales y en las de cercanías, Lampo se hizo celebre, era amigo de todos, pero su corazón pertenecía a un sólo hombre y a su familia, a cuyo hogar volvía al final de cada jornada. Lamentablemente el 22 de julio de 1961 Lampo murió atropellado por un tren. 



La noticia fue recibida con mucho dolor por el mundo ferroviario. El jefe de estación ordenó enterrar a Lampo al pie de una de las pequeñas acacias de la estación, junto a un pequeño monumento como tributo al excepcional Lampo, el perro viajero. 



Preciosa historia, de estas que le despiertan a uno la sensibilidad, verdad? Asi que si algun dia pasas por la estacion de Campiglia Marittima... parate a observar la bella escultura en honor de un perrito unico. 




www.lomqud.com