Maximiliano Torres
Me tardé tres películas para clasificarla como una franquicia oportuna (no una franquicia con méritos y características) que viene a consolar a nichos desamparados, nuevas generaciones y espectadores que simplemente no les gusta tanto el género de vampiros pero podrían darle una oportunidad, una mala oportunidad.
Eclipse, tercera de cinco partes, es justo ese punto en el caso de ciertas sagas en que la historia no avanza y el concepto se exalta.
El problema es que aquí no hay concepto que exaltar, salvo un triángulo amoroso nivel prepa. Permítanme corregir eso, nivel prepa abierta.
Si Luna Nueva fue la película de la tensión sexual, Eclipse es la película de los celos.
Bella, Edward y Jacob a cuadro, en pleito constante, los tres, todo el tiempo, en una dinámica que no logra conectar con quienes no están en la adolescencia o no tienen un romance platónico con los protagonistas o no tienen el gusto por ver menores de edad sin camisa (fans: ya sé que Taylor tiene 18, pero apenas cumplidos).
La trama es mínima, lo que importa son las estrellas de cine a cuadro, las referencias sobre vampiros y lobos son cada vez menos relevantes. Lo cierto es que aquí no hay estafa cometida, la clientela de Crepúsculo sabe lo que está comprando.
Es verano y las chicas quieren divertirse, quieren a alguien más joven que Matthew McConaughey sin camisa, a otra actriz en vías de Jodiefosterización que no sea Hilary Swank y a un coágulo con suerte.
El sexo vende. El sexo latente y no consumado hace rica a la gente.
No tengo problema con eso, sólo esperaba más sustancia en todos los niveles que implica hacer una película.
Eclipse es justo el momento más hondo en uno de los veranos cinematográficos más aburridos de la historia.
max.torres@gmail.com
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