martes, agosto 24, 2010

Las atrocidades de la religión


No hay religión sin atrocidades. No hay piedad sin crueldad ni sacrificio sin espectáculo. No hay santificación sin exclusividad ni sacramento sin herejía. La naturaleza de las religiones monoteístas, en particular las abrahámicas, depende de estas dualidades.

Fotos: Especiales
Judaísmo, Islam y cristianismo son religiones escatológicas con narrativas lineales que comienzan con la creación y culminan con un juicio final. Las tres religiones surgen en el desierto y se fundamentan en la certeza de que los individuos pueden elegir entre el bien y el mal, y esta decisión está relacionada con la obediencia a Dios y su sistema de leyes. Esta obsesión con el bien y el mal pone a estas religiones y a sus representantes en la tierra en la difícil posición de tener que dar siempre el buen ejemplo, de elegir sin parpadear el bien sobre el mal.
Imaginemos que en noviembre de 1095, durante el Concilio de Clermont, el papa Urbano II hubiera tenido una visión en la que dos torres gemelas arden y se colapsan tras ser impactadas por extrañas máquina voladoras tripuladas por sarracenos, en una mañana de septiembre del año del señor 2001, en un continente desconocido, en un país aún inexistente. ¿Habría eso disuadido al Papa de arengar al clero para liberar la Tierra Santa de las infieles garras musulmanas? Pero ni Cristo ni Dios tuvieron la cortesía de ofrecerle un atisbo de las consecuencias de su proyecto, el cual promovió prometiendo que los pecados de todo aquel que participase en esa beatífica misión serían perdonados y que su sacrificio sería recompensado con las fértiles tierras de leche y miel de Palestina. La primera cruzada es recordada principalmente por el sitio de Jerusalén y la posterior masacre de hombres mujeres y niños, musulmanes y judíos, de la que Raimundo de Aguilers, canónigo de Puy y capellán de los invasores, escribió en sus memorias:
Maravillosos espectáculos alegraban nuestra vista. Algunos de nosotros, los más piadosos, cortaron las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blancos de sus flechas, haciéndoles caer de los tejados de las mezquitas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras. En las calles y plazas de Jerusalén no se veía más que montones de cabezas, de pies y manos: y sin embargo esto no es nada comparado con lo otro... Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el antiguo templo de Salomón, que los cadáveres de los fanáticos de Mahoma nadaban en ella arrastrados a uno y otro punto. Veíanse flotar manos y brazos cortados que iban a juntarse con cuerpos que no les correspondían; en muchos lugares la sangre nos llegaba a las rodillas, y los soldados que hacían esta carnicería apenas podían respirar debido al vapor que de ella se exhalaba”.
Tristemente, Urbano II murió en Roma el 29 de julio de 1099, tan sólo 14 días antes de que los cruzados superaran las defensas musulmanas de la ciudad y tomaran Jerusalén matando a unas 70 mil personas, de acuerdo con ciertos cronistas, y saqueando todo objeto de valor que encontraran a su paso. En reconocimiento a sus buenas obras Urbano II fue beatificado por el papa León XIII en 1881.
Ocho cruzadas más, repletas todas de episodios sangrientos, genocidios, disentería, traiciones y auténticos ríos de mala leche, no hicieron mucho por mejorar las relaciones entre el Islam y Occidente. Asimismo, la persecución, las expulsiones y el holocausto judío tampoco nutrieron una sana comprensión entre cristianos y judíos. Pero las cosas han cambiado, a veces para mejorar, la mayoría para empeorar. Si algo caracteriza las agresiones de naturaleza religiosa es que la causa siempre puede ser situada en una provocación previa. La gente de la otra fe siempre tendrá la culpa por alguna ofensa primigenia.
La historia de la fe está repleta de grandes momentos en los que clérigos, sacerdotes, mufti, imanes o rabinos se asocian y alían a grupos, individuos o gobiernos indecentes, ilegítimos o asesinos por convicción o conveniencia. Los siguientes son tan sólo algunos de estos grandes momentos de la fe.
I. Hitler estrecha la mano de Ludwig Muller, el obispo del Reich y al abad Schachleitner
“La grandeza de la cristiandad no radica en los intentos de negociación para encontrar compromisos con cualquier otra opinión filosófica similar en el mundo antiguo, sino en su inexorable fanatismo al predicar y luchar por su propia doctrina” —Adolf Hitler, Mein Kampf, vol. 1, capítulo 12.

II. Muhammad Amin al-Husayni, el mufti de Jerusalén, se reúne con Hitler en 1941
El imam más repudiado de la historia, con su nombramiento de “ario honorario” buscó apoyo en los altos círculos del nazismo para erradicar a los judíos de Palestina. “Yo continuaré luchando hasta lograr la total destrucción del control judeo-bolchevique”. Del diario de al-Husayni.

III. La Tumba de Baruch Goldstein, el fanático brookliniano que en 1994 masacró a 29 personas mientras rezaban en la Caverna de los Patriarcas en Hebrón, es un sitio de celebración y peregrinación.
Durante el funeral de Goldstein, el rabino Yaacov Perrin declaró que ni siquiera la vida de un millón de árabes valía una uña judía. La tumba de Goldstein en Kiryat Arba se convirtió en un monumento a un héroe, un sitio de regocijo y orgullo hasta 1999 cuando el gobierno israelí prohibió monumentos a terroristas; no obstante, el culto a Goldstein aún sobrevive.

IV. El nacionalcatolicismo español
Francisco Franco logró sobrevivir a la suerte de sus aliados tras la Segunda Guerra Mundial en gran medida al moderar su devoción fascista y al sustituir la retórica falangista por un discurso católico. Cientos de sacerdotes fueron asesinados por el franquismo pero la cúpula de la Iglesia terminó controlando buena parte de la vida en España.

V. La Santa Inquisición
Ninguna enumeración de los grandes éxitos de la atrocidad religiosa estaría completa sin la Inquisición, la noble institución que protegió la fe de sus enemigos valiéndose de tribunales, de la intimidación, la extorsión, la tortura y el asesinato. El Santo Oficio fue transformado en la Congregación para la Doctrina de la Fe, la cual estuvo presidida desde 1981 por el que fuera cardenal Joseph Ratzinger, hasta que fue elegido como el actual papa Benedicto XVI.

VI. Todo perdonado, señor Pinochet
Hay quienes dicen que Pinochet engañó a Juan Pablo II para que se asomara al balcón de La Moneda con él; cuentan que después el santo padre le lanzó una gélida mirada al dictador. La realidad es que Karol Józef Wojtyla parece extraordinariamente a gusto al lado de un tirano al que no cuestionó ni condenó.

VII. Juan Pablo II y Don Maciel
La paidofilia y el abuso sexual en el clero son literalmente tan viejos como la ostia. Durante siglos los padres han usado a jóvenes de todos orígenes para desahogar sus urgencias reprimidas. Pero el padre Marcel Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, es un caso especial tanto por su extraordinaria voracidad sexual y la diversidad de sus apetitos carnales, como por sus vínculos con el Vaticano.

VIII. El “Concilio cadavérico” del papa Esteban VI
A Esteban VI, papa número 113 de la Iglesia Católica (896 a 897) le debemos el “Sínodo del Terror”, uno de los episodios más grotescos de la de por sí aterradora historia del papado. Esteban VI ordenó desenterrar los restos en descomposición del papa anterior, Formoso, a quien revistió con los ornamentos papales, y lo sentó en un trono donde fue juzgado frente a un concilio y encontrado culpable. Fue ordenado que se le amputaran los tres dedos de bendecir, el cadáver fue arrastrado desnudo por Roma, fue quemado y arrojado al Tíber.

IX. La masacre de Srebrenica
La masacre de ocho mil musulmanes a manos de las tropas de la República Srpska bajo las órdenes del general serbio Ratko Mladic tuvo un carácter de limpieza étnica y fue el mayor crimen masivo que ha tenido lugar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

X. En rechazo a la integración, aun entre fundamentalistas
Decenas de miles de judíos asquenazíes ultraortodoxos de origen europeo se manifiestan en contra de judíos sefarditas, de origen árabe y norafricanos —también ultraortodoxos pero un poco menos estrictos—, porque se oponen a enviar a sus hijas a la escuela con las de ellos. Cuando los líderes religiosos legitiman el desprecio y deshumanización de algunos grupos, pronto cualquiera puede ser objeto de marginación y eventualmente eliminación, metafórica o real.

XI. El talibán y las mujeres
No tiene nada de raro que los gobiernos patriarcales tiemblen ante el poder de las mujeres y consideren que el colapso de la civilización será provocado por la lujuria de las jóvenes. No obstante, pocos grupos en la actualidad han convertido sus temores y frustraciones en brutales políticas represoras de la mujer como el talibán y sus imitadores. Estos eunucos mentales que justifican su sadismo en el islam no sólo han sobrevivido a nueve años de guerra ccontra Estados Unidos, sino que se han fortalecido y han expandido su influencia.

XII. El presidente de la guerra perpetua y el Papa que defiende la fe como un mastín feroz
¿Algo que añadir? ®
Naief Yehya º Milenio

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario