Jairo Calixto Albarrán
Así, ya, en buen plan, los mexicanos y las instituciones deberíamos de cooperarnos y juntar una generosa limosna para reconocer a la alta jerarquía católica, que desde el púlpito, o por interpósita persona, siempre anima la existencia del público conocedor con sus avanzadas declaraciones, prodigiosas sentencias medievales y manifestaciones de pluralidad, inclusión y tolerancia.
Nada más alentador que ver a los celadores de la palabra divina, generar grandiosos espectáculos en el circo romano de sus convicciones, donde se arrojan a los infieles a los leones hambrientos y al fragor de la batalla con los gladiadores del Yunque. Es como nunca haber pasado por el Siglo de las luces y habernos saltado la Ilustración, la Movida madrileña, los hoyos fonquis y la nacionalización petrolera. Es como si don Plutarco hubiera perdido la guerra Cristera y el padrote Maciel fuera el secretario de Educación. Es como si saliera Jelipillo a reconocer que el unicornio azul del laicismo ayer se le perdió.
Y cómo no los vamos a querer a los del Episcopado y a los ensotanados de la catedral, a Sandoval y aNorbeto, al rebaño sagrado de Provida, a los abogados católicos con derecho a quemar en leña verde y a todos los que quieren y aman las cacerías de brujas, porque nomás de imaginar el berrinche entripado que hicieron al enterarse de que la Tremenda Corte le dio constitucionalidad a las adopciones para las parejas del mismo sexo, le proporcionaron alegría y entretenimiento a toda la familia.
Mejor show que el de Pau Rubio vs. Ale Guzmán, por ejemplo, están las luchas en lodo entre el vocero de la Arquidiócesis, Hugo Valdemar (el mismo que afirmó que peor que la narcoviolencia son los matrimonios gays)vs. Marchelo Ebrard, quien retó al cavernario cardenal Sandoval Íñiguez a que ofreciera disculpas por acusar a la Tremenda Corte de corrupta, a riesgo de ser demandado.
Y en respuesta, Valdemar, que es un dechado de prudencia y reflexión, prácticamente acusó a Marchelo de todos los males de la patria, y casi casi le echó la culpa de los triunfos de la selección gay de futbol y del fusilamiento de Maximiliano en el Cerro de las Campanas.
Estos son dos tipos de cuidado. Y esta vez es personal.
Ahora, dada la incomprensión a la que han sido sometidos los cavernicolitas de la sotana, quizá sea tiempo de que se den una paseada por los orfanatos y las calles donde pululan los niños sin amor, condenados al oprobio, para que les expliquen que con la posibilidad de ser adoptados por matrimonios entre personas del mismo sexo, la Corte sólo quiere ponerles en la madre
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